lunes, julio 18, 2005

Testimonio del forista Anarko en Arrebatus


Amigos:
Les cuento un poco sobre El Mosquito.En realidad ya estaba deseoso de hacerlo y,aunque doloroso y casi tabú entre nosotros, vale la pena que los que no lovivieron sepan algo de lo que alli sucedió.Me voy a referir exclusivamente a los días entre el 11 y el 15 de mayo de 1980 porque son los que experimenté.Sé que se mantuvo hasta el final del verano cuando llegó el último bote a Cayo Hueso, pero si todo cambió o mejoraron la situación lo desconozco.
El Mosquito parece haber sido un club privado antes de la revolución y no sé si el nombre era nuevo o conservó el mismo.Queda aproximadamente a uno o dos kilómetros del puerto del Mariel si viajas desde La Habana.La entrada da acceso a una especie de promontorio altísimo de puro “diente’perro” que recordaba a “Papillon”.Una vez ahí la única salida es por donde entraste, de lo contrario tendrías que lanzarte desde una gran altura y de seguro no caías en el agua sino en las rocas abajo.Perfecto para un pequeño campo de concentración, que es lo que crearon en el lugar.
Al lugar venían las guaguas llenas desde los otros puntos de agrupación en la capital.A mi me tocó venir desde Versalles, en La Lisa;pero también estaban Cuatro Ruedas y el Abreu Fontán.Una vez dentro de las guaguas y, más o menos, cuando pasamos por el Salado, el chofer militar nos informó que adonde íbamos nos quitaban el dinero, de manera que “si me quieren dar algo yo lo cojo y aquí no ha pasado nada”.Unos pocos le dieron su dinero, pero la mayoría esperábamos a pasar por algún tramo donde no hubiera
gente congregada a la orilla de la carretera para tirarlos por la ventanilla.Tampoco era que quisiéramos darle dinero como premio a los que nos lanzaban piedras y huevos a lo largo de todo el camino.
Había otro militar además del chofer en la guagua para “cuidarnos” y este era el que colectaba el dinero para, me imagino, después compatirlo entre los dos.
Al llegar nos informaron que antes de bajar recordáramos que íbamos en la guagua número 28 y que no se nos olvidara ese número porque es el que usarían para llamarnos cuando siguiéramos al Mariel.
Y resultó que no era solamente el dinero lo que nos quitaban sino absolutamente todo excepto lo que llevábamos puesto de ropa.Allí tuve que despedirme de mi relojito Poljot y una bolsita donde llevaba unas galletas y lo que quedaba de mayonesa en un pomo de Doña Delicias.Anillos, pulseras,el dinero si todavía alguien tenía alguno,todo era decomisado.
Muchos llevábamos alguna libretica o una hoja de papel donde apuntamos los teléfonos y direcciones de alguna familia, algún ex-vecino o amistad que vivía en EEUU.Con estas listicas se ensañaban y nos las rompían a la cara.Para encontrarlas nos quitaban la ropa y los zapatos.Me acuerdo que un tipo había apuntado esos datos con bolígrafo en un muslo, y no le permitieron ponerse de nuevo los pantalones hasta que el mismo se lo borrara de la piel con las manos.Después de esta requisia y siempre en fila de a uno nos entregaban un papel que no era nada menos que un salvoconducto, con la fecha adelantada en tres días, igual al que les entregaron a los que entraron en la embajada del Perú.Y entonces a cada grupo nos decían que al llegar a EU “teníamos” que decir que nosotros también éramos de la embajada.Sencillamente querían causar confusión a los americanos porque cada salvoconducto venía numerado y el mío ya tenía el número 31,687.En la embajada entraron 11,000.En esos momentos nadie se cuestionaba estas cosas, lo único que queríamos era largarnos y no faltó a nuestra llegada a Cayo Hueso quien le insistía y mentía a las autoridades de inmigración aquí que “yo sí estaba en la embajada de Perú”.Nada extraño, durante mi primer año en New York yo evitaba paranoicamente cualquier acercamiento a un carro de policía y cambiaba de acera si los veía estacionados por la que yo iba.Los tentáculos de la represión son muy largos y cuesta sacártelos de los poros.
Vuelvo a El Mosquito.Nuestra guagua llegó allí poco antes del anochecer, era domingo 11 de mayo y día de las madres.Antes de entrar a aquel promontorio tenías que entregar de nuevo el salvoconducto, el pasaporte que nos hicieron a la carrera en La Habana y el carné de identidad.Este último ,por suerte, ya no lo veríamos más.
También nos dijeron que las salidas de las guaguas hacia el Mariel eran durante las 24 horas,así que “el que se quede dormido y no oiga el número sencillamente pierde la salida y no se va de Cuba”.Y esta amenaza a partir de ahí era aplicable a todo,la guerra de nervios se hizo cada vez más tensa.
Debo aclararles que aquel promontorio estaba dividido por una cerca de púas.De un lado las familias a las que venían a buscar sus familiares en USA y del otro lado nosotros, la verdadera “escoria”.Los que teníamos récords criminales o sencillamente pagamos a algún policía para que nos lo inventara.Yo no había entrado en la embajada.
Era realmente increíble aquella mezcla de gente de todo tipo y, sin embargo, la disciplina que en general hubo.Ni piñazos, ni gritos.Todos habíamos entrado por el aro y esperábamos que llamaran a nuestra guagua.La mía tardó cuatro días.
Se hizo de noche y el hambre empezó a apretar.Cada vez llegaban más guaguas, casi al mismo ritmo de las que salían hacia Mariel.Calculo que en cualquier momento siempre éramos alrededor de 3,000 personas en aquel espacio.Para ponérsela más claro, no era mayor que la playita de 16, pero a una gran altura del agua (¿30 metros?).Por supuesto que la posición lógica era de pie.No había forma de que los 3,000 nos pudiéramos sentar a la vez sobre el diente de perro.Sencillamente no había espacio.Tampoco había letrina ni nada parecido,ni agua, ni alimentos.Hicimos grupos por guaguas,mientras unos estaban alerta y de pie, otros se sentaban espalda contra espalda para echar un sueñito.Hicimos también subgrupos de cindo o seis que nos aprendíamos nuestros nombres de memoria.La cosa es que además de vocear el número de la guagua, entonces gritaban tu nombre y el primer apellido,uno tenía que contestar con el segundo apellido a grito pelao para dejarte salir de allí.Por supuesto que la amenaza de que “pierdes la salida” no era real, ellos querían que todos nos fuéramos,pero el sadismo era parte de la operación.
Durante las cuatro madrugadas que estuve allí y en algún momento(recuerden que no teníamos manera de saber la hora) soltaban unos perros polcías, creo que cuatro.Eran pastores alemanes y aquellas fieras estaban entrenadas para morder a lo que se le pusiera delante.Aunque eran pocos los perros nadie escapaba a las consecuencias.A mi no me mordió ninguno, pero la gente que les huía eran una fuerza enorme.Esto duraba quizás unos quince minutos hasta que los militares volvían a amarrarlos.Pero el saldo de golpes, heridas con aquellas rocas, gente aplastada por otros, era enorme.
Al segundo día por la mañana unos militares pusieron unos tubos larguísimos y “habilitaron” una pila de agua en un extremo del promontorio.Como a dos metros vaciaron unos sacos de serrín y ahí sería nuestra letrina, a campo abierto.Claro que sin agua ni comida aquella letrina no tenía mucho uso y por pudor la mayoría dejaba que su grupito le hiciera un círculo alrededor si necesitaba mear o cagar.
La pila estaba a unos 20 centímetros de la tierra y cuando empezó a salir agua ya la cola era interminable.Como era tan bajita tenías que tirarte al suelo y poner la cara debajo y de lado contra la tierra.A los pocos momentos el fangizal estaba creado y cuando te levantabas estabas lleno de fango pero con menos sed.Entonces a correr para marcar de nuevo en la cola porque cuando te tocara el turno ya estabas muerto de sed de nuevo.Así fueron los cuatro días siguientes,todo el día en cola para tomar agua cada vez que te tocaba.Lo verdaderamente impresionante-repito- fue que la disciplina se mantuvo.Nosotros porque no queríamos problemas,y ellos porque los militares alrededor de la pila tenían unas cadenas enormes por si había alguien descarriado.Los vi utilizar esa cadenas pocas veces, pero eran brutales.Además del hierro de los eslabones,le habían colgado algunos anzuelos a las cadenas.Las veces que vi golpear a alguien fue desastroso porque además del golpe aquellas anzuelos te desgarraban la piel.
Al mediodía, me imagino, trajeron varios militares una cazuela enorme de hierro y la pusieron cerca de la pila de agua.La montaron en unos bloques de cemento y pusieron leña.Me parece que también le pusieron aceite y entonces encendieron la leña.Otros guardias trajeron varios cartones de huevos que pusieron en el suelo.Parece que finalmente nos iban a dar algo de comer.
Cuando se calentó la cazuela gigante empezaron a tirar en ella los huevos,el detalle aquí fue que iban con cascarón y todo.Uno de los militares empezó a revolver todo aquello con un palo.No podíamos creer aquello pero nadie chistaba.Como a las dos horas empezaron a repartir aquel mejunje a la fila del agua.Tenían que demorar hasta que se enfriara aquella cosa porque los guardias metían las manos en la cazuela y te daban un puñado en las tuyas ....y después de que tomaras agua.Luego la odisea de sacarte de la boca aquellos pedazos de cascarónPocas veces había experimentado tanto sadismo, ni siquiera en los peores momentos del servicio militar.
Y esto se repitió cada uno de los cuatro días siguientes: los perros echados a morderte en la madrugada, el cadenazo con anzuelo si perdías el control,estar atento al número de tu guagua y tu nombre, a la interminable cola del agua, al hambre y las humillaciones.
Al tercer día finalmente llamaron la guagua 28 y aquello seguía repleto porque cuando se iba una llegaba otra.
Gritaron mi nombre y primer apellido cuando amanecía el día 15.A todos los de nuestra guagua nos pusieron en fila y nos sacaron a una especie de cabaña grande más allá de los alambres de púas y que era como el cuartel de los militares.Al principio les dije que creía que el Mosquito debió haber sido una especie de club de recreo y es porque al lado de aquella cabaña había una piscina.Lo que había dentro era una pudrición de hojas mezcladas con agua estancada de más o menos medio metro .La piscina tenía dos escaleritas de acceso.Y hablo tanto de la piscina porque ahora viene el punto final, nuestra despedida de El Mosquito.En fila siempre, nos ordenaron bajar por una de las escaleritas de la piscina y subir por la otra.El resultado era que te tenías que meter las piernas hasta las rodillas en aquella agua babosa y apestosa antes de salir por la otra escalerita.
De ahí, y oliendo a pudrición, subíamos a la guagua, siempre en fila.
Del Mosquito al Mariel hay apenas unos diez minutos.En el Mariel había una nave muy grande con bancos de madera,imagínense un teatro rústico donde el escenario es ya el puerto con todos los botes.
Nos sentaron en los últimos bancos y nos instruyeron de que según se fuera vaciando el inmediato del frente, nos levantáramos y lo ocupáramos y así hasta llegar al frente,siempre en fila.Pero a veces nos decían que esperáramos aunque se vaciara el del frente.Entonces traían otro grupo y lo sentaban en ese banco.Esto sucedió muchas veces.Creo que tomó más de cuatro horas para nosotros llegar al frente.Estos grupos de “colados” eran los locos,era evidente, que sacaron de Mazorra y otros

hospitales.Enfermos mentales sin familia conocida que también colaron en la estampida.A veces los grupos no eran de locos,sino hombressacados de las prisiones.Los locos se babeaban o se entretenían con cualquier cosa y estoy seguro de que estaban bajo los efectos de algún calmante, pero los prisioneros fue otra historia.Muchos estaban encantados con irse de Cuba, pero otros lloraban a moco tendido.Después en mi bote conocí a dos que me contaron que de no irse a la fuerza les doblaban la sentencia.Detrás dejaban familia,hijos; algunos no querían irse, pero ante la amenaza de una pena duplicada decidían largarse.
Según nos acercábamos a los bancos de la parte delantera ya la actitud de los militares cambiaba y actuaban hasta cortesmente.Ya saben ustedes que en los botes estaban los de la comunidad que iban a buscar su familia y había que dar otra imagen.
Yo vine en un pequeño bote de recreo-Majestic II- que decía claramente “maximum occupancy 35 persons”.Pues a pesar de las protestas de los dueños del barco nos metieron allí a 75 personas.Según los dueños,este era su tercer viaje a Cuba en una semana y de los nueve familiares que reclamaban solamente habían logrado llevarse cinco, porque se los daban con gotero para así obligarlos a traer en varios viajes a los demás emigrantes.Así y todo nos dijeron que regresarían hasta llevarse el último.
La línea de flotación no se veía y claro que el motor se rompió mucho antes de llegar a Key West .Nos haló hasta el puerto un guardacostas americano.La travesía fue de 15 horas, pero esa sería otra historia también larga.
Si todo esto cambió no lo sé,lo que cuento fue mi experiencia en El Mosquito entre el anocher del 11 de mayo y el amanecer del día15 en 1980.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ENTONCES EL MOSQUITO FUE UN CAMPO DE CONCENTRACION ESTILO NAZI DONDE PODIAS GANARTE EL DERECHO A LA LIBERTAD SI LOGRABAS SOBREVIVIR.ME EQUIVOCO?

Cubalibre dijo...

El Mosquito fue tal como todos los que comentamos los hechos lo describieron ni mas ni menos...es cierto que no fuimos forzados a trabajar como en los campos nazis....pero muchos fueron forzados a dejar su pais en contra de su voluntad...muchos fueron separados de su familia contra de su voluntad.
Tambien es cierto que no existian camaras de gases ni incineradores.... Castro fue mas sutil relleno las embarcaciones para que murieran en el mar....lo demas si era similar a un campo de concentracion nazis.
Lenny

Anónimo dijo...

Leyendo esto vienen todos esos recuerdos de esos maravillosos dias. Digo maravilloso porque fue lo ultimo que tuve que ver de esos seres enfermos de odio y sadismo. Fue la puerta a la libertad. Esos que escribe el autor del escrito es absolutamente cierto , asi fue. Gracias por recordarnos quienes son ellos.